March 22, 2010

Las Llaves

Maldijo por lo bajo mientras pensaba qué hacer. Había salido a pasear al perro media hora atrás, sin preocuparse en chequear si tenía las llaves consigo; su mujer seguramente se habría ido de compras con el auto a algún lado, asegurándose de dejar todo cerrado. No la culpaba, especialmente con los extraños episodios que estaban ocurriendo últimamente en el vecindario.
Hacía frío, podía ver su propio aliento bajo las luces tenues del garage. El cielo límpido enmarcaba una luna blanca y redonda, que se veía enorme y hasta desproporcionada. El garage...si tenía suerte la puerta que lo comunicaba con el interior de la casa estaría destrabada; introdujo el código en el panel electrónico, cincotresnuevecero, y el portón se abrió acompañado por el suave ronroneo del motor que lo operaba. Dudó antes de girar el picaporte, con un simple giro de su muñeca podía pasar de la miserable noche invernal al acogedor fuego del living, se serviría un whisky doble y vería el partido que ya estaría empezando para estas horas...mierda. La maldita puerta estaba cerrada. Palpó los bolsillos de su chaqueta como si las llaves fueran a aparecer de repente, por arte de magia, y allí se dió cuenta de que tampoco tenía el celular encima. Furioso, pateó el container azul de los reciclables, desparramando todo el contenido sobre el sucio piso de cemento.
Miró a su perro y trató de serenarse, de pensar en sus opciones. Podía morirse congelado si esperaba a que volviera Jenny, el mall estaría abierto por lo menos otras tres horas y conocía los hábitos de su esposa...También podía llamar un taxi desde lo del vecino e ir hasta el centro de compras, pero claro, su billetera también estaba adentro, con las estúpidas llaves, acaso la gente normal sale a pasear a sus mascotas llevando una maleta llena de cosas, solo por si acaso? Tal vez debiera.
Finalmente optó por dirigirse al patio trasero de la casa, a pesar de todo tenía que dejar al perro en algún lado. Las luces estaban apagadas, pero aún así observó con alegría que una de las ventanas del piso superior estaba entreabierta. Claro que tendría que arreglárselas para llegar hasta allá arriba, pero prefería intentarlo a estar parado como un idiota sin hacer nada.
Con cuidado se paró sobre la baranda del patio y se impulsó para llegar hasta el alfeizar de la primera ventana, del que quedó aferrado con las dos manos, hacía tiempo que había perdido la condición física, pero después de dos intentos logró alzarse hasta el pequeño descanso. Se sentó en la superficie inclinada y angosta hasta recuperar la respiración, un esfuerzo más y estaría adentro. Esta vez el objetivo se veía más peligroso, si no llegaba hasta la ventana...trató de no pensar y saltó a ciegas, con los ojos casi cerrados; sintió como sus dedos resbalaban y como, milagrosamente, quedaba colgado de una mano. Con el corazón saliéndosele del pecho, trató de no balancearse demasiado y de alzar el otro brazo...un poquito más, casi, casi... Fue entonces cuando escuchó ruidos en el jardín vecino y se sobresaltó, soltándose y cayendo de espaldas al vacío. Su cabeza vió interrumpida su caída libre por un borde duro y filoso, y él no supo si el horrible crujido que se produjo provino del hueso o de la madera; solo sintió su mente nublándose a la vez que un líquido denso y caliente le comenzaba a recorrer la espalda.
Casi desvanecido vió como se encendían las luces interiores de la casa, Jenny estaría llegando, razonó. A su lado, el perro lo miraba con la lengua afuera, como esperando que se levantase y le arrojara una pelota para jugar.
Comenzó a sumirse en las tinieblas, consciente de un dolor intenso y agudo en el gluteo derecho. Las llaves, en el bolsillo trasero del pantalón, e incrustadas en su carne, fueron su último pensamiento.

15 comments:

Lorena said...

Pobre tipo! No tenía vecinos donde quedarse? :)

Me gustó mucho este cuento.
Besos

Gabriel said...

Para variar, nos mataste a otro protagonista... muy buena historia.

Eso sí, lo primero que pensé fue 'este cuento lo escribió en Canadá': el container azul con los reciclabes, el abrepuertas del garage, el piso de cemento...

El 22 said...

No se llevaba muy bien con los vecinos, parece! Besos, Lore :)

Che, a este no lo mate oficialmente, puede haber quedado inconsciente, nomas :P Y si, te confirmo que el cuento "lo escribí en Canada" :)

JorMig said...

Yo pensé que de bronca iba a hacer bolsa al perro. Me sorprendiste calibre!

El 22 said...

Dos perros en dos semanas me pareció un poco mucho, Jormig...

Cristina said...

Para cuando un cuento con sobrevivientes???? Jajaja Muy bueno. Me gusto mucho!

Unknown said...

No conocia este blog, pero me parece fascinante....

Vendre seguido a leer y comentar.

El 22 said...

Hola Cris!! Este no se murió!! :) Te mando un beso enorme.

Nosferatu: será un placer verlo por aquí. Ud. me recuerda vagamente a un muy estimado comentarista que solía visitarme :) Saludos.

Wra5 said...

;) Muy entretenido, tendra continuacion? Primo

Wra5 said...

PD: de paso te aviso agregue tu nuevo blog al otro mio

http://audiocine.blogspot.com/

El 22 said...

Gracias primo :)

Unknown said...

En realidad soy el mismo de siempre, he decidio hacer presencia de nuevo en la blogosfera....ya me oxigene.

Y veo que usted tambien.

¿Que paso con el blog del 22?

El 22 said...

Que bueno que esté de vuelta, se lo extrañaba. El otro blog me tenía cansado, especialmente el tema "en Canadá". Es un placer escribir nada más que por gusto y para tan selecta y reducida audiencia :)

Virginia Prieto said...

me gustó mucho
beso ale

El 22 said...

Besos, Vir!