Milton volvió en sí exactamente veinte días después de haber sido internado en el Beverly Hospital . Supo por el interno de turno que había llegado con una fisura en el craneo y edema cerebral, que había sido operado, que había estado en coma hasta el día anterior, y que su repentina recuperación era considerada una especie de milagro. Con un poco de rehabilitación y ejercicio volvería a estar como nuevo, probablemente necesitaría de un bastón para caminar, por lo menos al principio. Lo único que procupaba a los médicos era su sentido de la ubicación y su memoria, aparentemente había despertado 12 horas antes sin recordar nada, ni siquiera su nombre, y había caído en un profundo sueño hasta el momento en que recuperó definitivamente la consciencia, apenas unos minutos antes.
Poco después llegó el cirujano, un tipo seco y antipático que lo revisó y le preguntó como se sentía. Como la mismísima mierda, pensó Milton, pero dijo: - Bien, doctor, gracias.
- En breve estará en condiciones de abandonarnos, Mr. Paris. Ya hemos notificado a su familia, están de camino al hospital.
Jenny... se sobresaltó al pensar en su esposa, y en lo preocupada que estaría. Haciendo caso omiso al error del médico en cuanto a su apellido (Paris?), intentó poner un poco de orden en su cabeza, pero el sueño comenzó a vencerlo. Cuando logró abrir los ojos otra vez, un desconocido alto y delgado lo observaba desde la silla contigua. El hombre se incorporó al verlo despierto, y con visibles muestras de emoción, acercó su cabeza y lo besó en los labios, lo cual lo dejó estupefacto...aunque en seguida atinó a gritarle al intruso una sarta de obscenidades y a tocar el botón que llamaba a la enfermera...
Tuvieron que sujetarlo entre tres para acostarlo nuevamente en su cama y sedarlo. La oscuridad volvió a rodearlo y cuando se despertó, los párpados le pesaban tanto que apenas podía levantarlos. Respiró hondo y trató de prestar atención a las voces lejanas que le llegaban a través de su cerebro aturdido.
- ...dejarlo en observación por un tiempo...secuelas neurológicas que pueden estar afectando su memoria y su percepción de la realidad....me temo que debemos tener paciencia y ver como evoluciona Mr. Paris...
Cuando despertó otra vez se encontraba solo. Nada tenía sentido. Recordaba perfectamente quien era, donde vivía, a su mujer, a su perro, su casa.... Evidentemente era todo un gran error o una broma de mal gusto. Movió sus piernas y decidió que se encontraba lo bastante fuerte como para largarse de allí, estaba seguro de no necesitar de ningún bastón para hacerlo. Se sentó, esperó a que pasaran el mareo y las nauseas, y se arrancó la vía intravenosa que le colgaba del brazo. Sus ropas, todavía manchadas con sangre seca, se encontraban en el pequeño cubículo blanco que hacía las veces de armario. Quince minutos más tarde, Milton Arantes Silva estaba sentado en un taxi rumbo a su hogar en los suburbios.
Todavía se sentía perturbado por lo que había sucedido en el hospital...la insistencia del médico en llamarlo Paris, el sujeto que lo había besado...Dios, no se consideraba en absoluto homofóbico, pero aquello había sido todo un shock. Se referiría a ese hombre el cirujano cuando le habló de su familia? Y donde estaba su mujer? Palpó su mugrosa chaqueta con la esperanza de hallar algo que le perteneciera, pero solo encontró algunos billetes arrugados y un manojo de llaves en el bolsillo izquierdo. Se las quedó observando como si se fueran a evaporar en cualquier momento entre sus dedos. No eran suyas, por cierto. El llavero tenía una pequeña etiqueta, al estilo de las maletas de viaje, en la que se leía una dirección del norte de la ciudad, que no reconoció. Debería devolverlas al hospital, si es que se atrevía a volver después de su pequeña "escapada".
Ya había oscurecido cuando llegaron. Le pagó al conductor, y alcanzó a entrever la silueta de Jenny aún antes de bajarse del auto a través de las cortinas del frente. Volvía a sentirse una persona normal a medida que se acercaba al porche y a la entrada, pero se detuvo en seco a dos pasos de la puerta, podía ver claramente a través de la ventana a su esposa sentada en su sofá preferido. A su lado, un hombre y una niña de unos tres años reían y jugaban con ella, una tierna escena familiar si no fuera por el detalle de que no tenía idea de quienes eran esas personas o de que hacían en su casa.
Fuera como fuese, iba a averiguarlo en un segundo. Recordó que no tenía sus llaves y estiró la mano hacia el timbre; no llegó a tocarlo, en ese momento, algo golpeó su cabeza con fuerza desde atrás. Cayó al piso sin hacer un sonido, mientras la penumbra lo envolvía una vez más.